Lo más destacado del tema en la época en cuestión, es lo sigu-iente: Primera: en 1 Cor 7,15, el Apóstol saliendo al paso de un problema que surgía en las comunidades cristianas, «autorizó» la separación del cónyuge no bautizado cuando éste no quería seguir la convivencia matrimonial, por la recepción de la fe por su consorte. En tal caso el bautizado „quedaba libre”. Segundo: esta ultima expresión fue comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores cristianos del primer milenio. La interpretación más famosa es la de Ambrosiáster. É1 fue el primero que entendió el abandono por parte del no bautizado, en sentido de ruptura del vinculo con posibilidad de un segundo matrimonio. En su comentario destacan tres cuestiones: a) lo que disuelve el vinculo es la contumelia Creatoris; b) el matrimonio disuelto, al ser sine Dei devotione, no es rato; c) la causa de Dios es mayor que el matrimonio. Tercero: los textos oficiales de la Iglesia, es decir, de los concilios y de los Papas, son más escuetos en la materia de la disolución. En ellos preocupa más que nada, subrayar la proveniencia divina de la istitución del matrimonio como tal, y por ello su legitimidad e indisolubilidad, incluído el vínculo conyugal de los no bautizados.
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